Siempre había oído que la gente de FP eran aquellos que no valían para estudiar. Sin embargo, cuando acepté las prácticas de aquel chaval joven y escandalosamente inmaduro no tenía ni idea de hasta donde estaba equivocado.
Resultó ser un chico que aprendió a hablar inglés jugando a juegos “online”. Es cierto que su vocabulario se basaba más que nada en palabrotas, pero su capacidad insana de aprender, estaba ahí, con ganas de morder, con apenas veinte añitos, y sin haberse puesto una camisa de vestir en su vida.

Por mi propia experiencia, estaba acostumbrado a chicos de universidad, que consideran que su carrera laboral necesita un master y a ser posible, el trabajo ideal para arrancar como un cohete hacia la gerencia, como muy pronto a los 24 o 25 años. No estaba preparado para el mundo de la formación profesional. La diferencia entre ambos mundos es radical. Para empezar, estos chicos son empujados al mundo profesional a los veinte años. Sin masters ni excusas para enfrentarse al mundo real.

Por otro lado, y esto es lo que más me ha sorprendido tras años de acoger a chavales en prácticas, su capacidad de aprendizaje es como mínimo igual que la de un chico universitario, pero claro, con cuatro, cinco o seis años menos de edad en algunos casos. Esa juventud es clave para entender de qué hablo. La otra diferencia está en que sus estudios son las herramientas mínimas para entrar a trabajar, y todos ellos son conscientes de que tienen mucho por aprender, al contrario que los universitarios, que consideran en muchos casos que ya han estudiado todo lo que necesitan y que entrar en el mercado laboral significa poner en práctica sus conocimientos. No voy a entrar en el debate de para qué está concebida la universidad o cual se supone que tiene que ser su propósito, pero ninguna barca funciona con una proporción mayor de jefes que de braceros.

También he tenido experiencia profesional con universitarios extranjeros y con el equivalente de la FP en otros países de Europa, y por eso no dejo de asombrarme del potencial que tienen los jóvenes que hoy día estudian FP. Son conscientes de que su futuro se lo deben labrar ellos mismos, y que su título no es más que un billete de entrada a una carrera de obstáculos, y que lo que consigan han de lograrlo a través del esfuerzo. Además, su edad, garantiza una ventaja en puestos donde el aprendizaje está ligado a la juventud, más que a la experiencia.

No sé cómo serán los puestos tecnológicos del mañana, pero sé que por encima de todo, se primará la capacidad de adaptación, aprendizaje y humildad. Muchos universitarios no son capaces de entender que el mercado laboral no funciona como una báscula ciega que evalúe por títulos o méritos académicos, ni por inteligencia o conocimientos, se mide por oferta y demanda, y por encima de todo, por resultados.